No hace falta más que una pregunta con dejos despectivos para que mi humor cambie y, todo lo que pensaba, deje de ser una buena opción.
Bronca.
Bronca e impotencia al sentir que frente a sus palabras no se puede retrucar nada. Y aunque no se oponga a que haga lo que quiero hacer, ya no voy a hacerlo con el mismo entuciasmo que en un comienzo.
No es justo ser tan... psicológico.
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